Crece el negacionismo sobre la dictadura de Pinochet en Chile a 50 años del golpe de Estado

Nunca antes el dictador Augusto Pinochet había sido tan popular en democracia como en la actualidad; ultraderecha justifica golpe

El 11 de septiembre de 1973, Chile vio cómo caía derrocado el gobierno de Salvador Allende de la mano de un general, Augusto Pinochet, que a la postre terminaría instaurando una dictadura de la que el país sudamericano no pudo librarse hasta 1990. Medio siglo después, Chile vuelve a tener un presidente de izquierdas, Gabriel Boric, pero la ciudadanía parece cada vez más ajena a unos tiempos dictatoriales de los que aún quedan herencias, como la Constitución.

Nunca antes Pinochet había sido tan popular en democracia como ahora en Chile y el auge de posiciones ultraderechistas se suma a un desinterés tanto por los actos de conmemoración como por la historia en sí.

De hecho, dos de cada tres chilenos siguen respaldando a día de hoy el golpe, según un sondeo de Pulso Ciudadano previo a los actos de conmemoración que sitúa a Allende como principal responsable de la asonada a ojos de la ciudadanía.

En tanto, 36 por ciento de la población cree que Pinochet “liberó a Chile del marxismo”, mientras que menos del 31 por ciento apuntan a la cúpula militar, una proporción similar de quienes señalan a Estados Unidos y, en particular, a la CIA.

“Es el único dictador de Occidente de la historia contemporánea que a 50 años de haber dado un golpe de Estado tiene más de un tercio de la población a su favor”, señala la socióloga Marta Lagos, directora de la encuestadora Mori.

Yo justifico el golpe militar”, afirmó en julio pasado el diputado Jorge Alessandri, en tanto que, a fines de 2021, el congresista Johannes Kaiser afirmó que los prisioneros de Pisagua, uno de los primeros centros de detención del régimen de Augusto Pinochet (1973-1990) en la zona norte, “bien fusilados” estaban.

Con otro tono, pero parte de la misma sustancia, el actual presidente del Consejo Constitucional y militante del ultraderechista Partido Republicano (PR), Luis Silva, señaló en mayo que el dictador fue un “estatista”, y hace pocas semanas una diputada cercana al PR dijo que la violencia sexual contra las prisioneras políticas en dictadura es una “leyenda urbana”.

“Hemos tenido cierto retroceso considerando que anteriormente el país daba ciertos pasos adelante con relación a reconocer las violaciones a los derechos humanos y condenarlas. Hoy hemos visto cómo el sector heredero de la dictadura ha tenido un discurso muy distinto, reivindicando el golpe, justificando, negando o minimizando las violaciones a los derechos humanos”, dijo el director de Amnistía Internacional Chile, Rodrigo Bustos.

Para el investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano, Carlos Malamud, la derecha tiene un flanco abierto por sus partidarios más extremos, que hacen “gala profusamente” de su “mayor sintonía con Pinochet”.

Sin embargo, reconoce que la polarización en Chile, si bien está acentuada, no es tan fuerte como en otras latitudes. “En Chile hay toda una serie de valores republicanos que, más allá de la polarización, siguen vigentes”, dijo.

Esto se pudo ver cuando miles de personas marcharon por las calles de Santiago con miles de fotos alzadas al cielo gris de compatriotas y familiares asesinados o detenidos desaparecidos en la manifestación anual en memoria del golpe.

A la cabeza de la marcha, entre canciones de Victor Jara y otros himnos de la izquierda, el propio presidente de la República, Gabriel Boric, junto a miembros de su gobierno, como la portavoz Camila Vallejo, dirigentes del Partido Comunista de Chile, líderes de las asociaciones de víctimas y detenidos desaparecidos y personalidades de relevancia como el juez español Baltasar Garzón, el hombre que logró la detención del dictador.

El acto terminó con disturbios en el Cementerio General y los alrededores del palacio presidencial, cuando manifestantes violentos y fuerzas policiales se enfrentaron, además de barricadas y varios saqueos en un supermercado del centro.

Fuente: El Sol de México