África, tierra de inestabilidad

El golpe de Estado en Gabón acentúa la crisis que vive la región por el control del poder

El golpe de Estado protagonizado el pasado miércoles por un grupo de militares de Gabón refleja nuevamente el aumento de la inestabilidad política en el continente africano, cuya región central y occidental ha presenciado una decena de insurrecciones exitosas desde 2017.

Un grupo de 12 militares anunció la suspensión de los resultados de las elecciones de hace una semana, en las que el presidente, Ali Bongo, habría obtenido un tercer mandato tras recabar más del 64 por ciento de los votos, por el 30,77 por ciento conseguido por el principal candidato opositor, Albert Ondo Ossa.

La asonada ha tenido lugar en medio de las sospechas de fraude en torno a las elecciones, ya habituales durante las últimas décadas en el país (liderado entre 1967 y 2009 por Omar Bongo, padre del actual mandatario, y posteriormente por su hijo), y ante las crecientes denuncias de corrupción y mala gestión por parte del Gobierno, acentuadas ante el ahondamiento de la crisis económica en Gabón.

La región de África occidental y central, que durante décadas fue considerada como ‘el cinturón del golpe’, había logrado durante las últimas décadas avanzar en cuanto a la estabilidad política, si bien desde 2020 ha sido escenario de varias asonadas, entre ellas siete exitosas, a las que se podría sumar en los próximos días la intentona en Gabón.

DEL ATLÁNTICO AL MAR ROJO

La mayoría de los golpes registrados en el continente desde 2012 han tenido su epicentro en la región del Sahel, con un total de tres en Malí (incluidos dos en 2020 y 2021 que han consolidado la junta actualmente liderada por Assimi Goita) y otros dos en Burkina Faso (ambos en 2022, tras dos intentonas en 2015 y 2016).

A ellos se suman el reciente golpe perpetrado a finales de julio en Níger, que supuso el derrocamiento del hasta entonces presidente, Mohamed Bazoum, y el establecimiento de una junta liderada por Abdourahmane Tchiani, si bien sobre el país pesa una amenaza de intervención militar por parte de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) (que por ahora prioriza la vía diplomática) para restablecer el orden constitucional.

Asimismo, Chad se encuentra dirigido por un gobierno de transición liderado por el jefe de la junta militar establecida en 2021 tras la muerte en combate del entonces presidente, Idriss Déby, durante una ofensiva del grupo rebelde Frente para la Alternancia y la Concordia en Chad (FACT). Tras su fallecimiento, su hijo Mahamat Idriss Déby fue puesto al frente del país por el Ejército y se disolvieron las instituciones hasta entonces en vigor.

En este cinturón que recorre el continente de este a oeste están incluidos Guinea, que sufrió en septiembre de 2021 un golpe que derribó a Alpha Condé tras las denuncias sobre su victoria para un controvertido tercer mandato al frente del país, y Sudán, escenario de un golpe en 2019 que derrocó a Omar Hasán al Bashir tras meses de protestas contra su régimen autoritario.

Una segunda asonada sacudió Sudán en septiembre de 2021, liderada nuevamente por el jefe del Ejército, Abdelfatá al Burhan, quien cesó al entonces primer ministro de unidad, Abdalá Hamdok.

La nueva transición abierta en 2022 derivó en una guerra abierta en abril entre las Fuerzas Armadas y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido (ahora consideradas un grupo rebelde) por las diferencias en torno a la integración de sus miembros en las filas del Ejército.

Además, Guinea Bissau fue escenario de un golpe en 2012 (seguido de una intentona en febrero de 2022), mientras que, ya fuera de esta parte del continente, Egipto presenció otra asonada en 2013 que alzó al poder al ahora presidente, Abdelfatá al Sisi, quien derribó al islamista Mohamed Mursi, que en 2012 se convirtió en el primer presidente electo del país africano tras la dimisión un año antes de Hosni Mubarak en el marco de las protestas regionales de la Primavera Árabe.

También en el norte de África, el presidente tunecino, Kais Saied, protagonizó un autogolpe en 2021 al disolver el Gobierno y el Parlamento e impulsar una reforma constitucional que refuerza sus competencias y que llevó a la oposición a denunciar una deriva autoritaria, marcada por arrestos de activistas y disidentes.

A todo ello se suma el caso de Zimbabue, que fue escenario en 2017 de un golpe de Estado incruento que puso fin a décadas de mandato de Robert Mugabe y llevó a la Presidencia a Emmerson Mnangagwa, recientemente reelegido en medio de denuncias y acusaciones de fraude por parte del principal líder opositor, Nelson Chamisa.

Fuente: El Sol de México